REFLEXION FINAL

 REFLEXIÓN FINAL

Al finalizar mi estancia en el centro educativo, puedo decir con total sinceridad que esta experiencia ha sido un punto de inflexión en mi camino hacia la docencia. Llegué al centro con ciertas expectativas, algo de nerviosismo y muchas ganas de aprender, pero lo que encontré superó ampliamente cualquier idea previa que pudiera tener. Esta etapa ha sido mucho más que un simple período de prácticas; ha sido una oportunidad para crecer, no solo a nivel profesional, sino también personal.

Desde el primer día, enfrenté el desafío de integrarme en un entorno completamente nuevo, con alumnos y docentes que aún no conocía. Pasar de ser un observador a asumir el rol activo de docente fue un proceso gradual, pero enormemente enriquecedor. Me permitió no solo poner en práctica los conocimientos teóricos adquiridos, sino también desarrollar habilidades que no se enseñan en los libros: la empatía, la capacidad de adaptación, el manejo de situaciones inesperadas y, sobre todo, la conexión emocional con los alumnos.

Una de las lecciones más valiosas que me llevo es la importancia de ser flexible y creativo en el aula. Cada grupo de alumnos es único, con diferentes ritmos de aprendizaje, intereses y necesidades. Adaptar las clases para hacerlas más dinámicas y atractivas, utilizando recursos visuales, tecnológicos y actividades prácticas, me enseñó que el aprendizaje va mucho más allá de seguir un libro de texto. Fomentar la curiosidad, incentivar el trabajo en equipo y hacer que los alumnos se sientan protagonistas de su propio aprendizaje es, a mi parecer, uno de los pilares fundamentales de una educación efectiva.

Otro aspecto que considero clave fue la relación humana que pude construir, tanto con los alumnos como con el equipo docente y las familias. Con los alumnos, logré crear un vínculo basado en el respeto mutuo y la confianza. Ver cómo ellos iban ganando confianza en sí mismos, cómo se mostraban cada vez más participativos y entusiastas en mis clases, y cómo expresaban su aprecio en mi despedida, fue una de las mayores satisfacciones que he vivido hasta ahora. Con los profesores, encontré un ambiente de colaboración y apoyo constante, lo que me permitió sentirme siempre acompañado y motivado.

También debo destacar el impacto personal que ha tenido esta experiencia en mí. La docencia no es solo una profesión, es una labor con un profundo sentido humano. Ser docente implica mucho más que enseñar contenidos académicos; significa acompañar, guiar y formar personas. Esta experiencia me ha hecho valorar aún más el trabajo diario de los maestros y comprender la enorme responsabilidad y el privilegio que conlleva ser parte del proceso educativo de los alumnos.

Por último, no puedo dejar de mencionar lo transformadora que ha sido esta etapa a nivel emocional. He experimentado momentos de incertidumbre, alegría, satisfacción y, al final, una mezcla de tristeza y gratitud al despedirme. Me voy con la certeza de que quiero seguir este camino, con más herramientas, mayor confianza en mis capacidades y, sobre todo, con una motivación renovada para seguir formándome y ser cada día un mejor profesional.

En definitiva, esta experiencia me ha confirmado que la docencia es mucho más que un trabajo; es una vocación que requiere dedicación, pasión y, sobre todo, amor por lo que se hace. Me siento profundamente agradecido por haber tenido la oportunidad de vivir esta etapa, y estoy convencido de que todo lo aprendido será una base sólida sobre la cual seguir construyendo mi futuro como docente.

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